lunes, 6 de abril de 2020

Martes Santo: Horarios de cultos y Meditación





MEDITACIÓN



Del santo Evangelio según san Juan 13, 21-33.36-38

Cuando dijo estas palabras, Jesús se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará». Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando». El, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?» Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar». Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres. En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche. Cuando salió, dice Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto». «Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros. Simón Pedro le dice: «Señor, ¿a dónde vas?» Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde». Pedro le dice: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti». Le responde Jesús: «¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces».


Meditación del Papa Francisco:

El Cenáculo nos recuerda la despedida del Maestro y la promesa de volver a encontrarse con sus amigos. “Cuando vaya…, volveré y les llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estén también ustedes”. Jesús no nos deja, no nos abandona nunca, nos precede en la casa del Padre y allá nos quiere llevar con Él.
Pero el Cenáculo recuerda también la mezquindad, la curiosidad –“¿quién es el traidor?”–, la traición. Y cualquiera de nosotros, y no sólo siempre los demás, puede encarnar estas actitudes, cuando miramos con suficiencia al hermano, lo juzgamos; cuando traicionamos a Jesús con nuestros pecados.
El Cenáculo nos recuerda la comunión, la fraternidad, la armonía, la paz entre nosotros. ¡Cuánto amor, cuánto bien ha brotado del Cenáculo! ¡Cuánta caridad ha salido de aquí, como un río de su fuente, que al principio es un arroyo y después crece y se hace grande… Todos los santos han bebido de aquí; el gran río de la santidad de la Iglesia siempre encuentra su origen aquí, siempre de nuevo, del Corazón de Cristo, de la Eucaristía, de su Espíritu Santo.
El Cenáculo, finalmente, nos recuerda el nacimiento de la nueva familia, la Iglesia, nuestra santa madre Iglesia jerárquica, constituida por Cristo resucitado» (Homilía de S.S. Francisco, 26 de mayo de 2014).

Meditación:

Uno de vosotros me va a entregar, esto dice el Señor a sus discípulos, ellos reaccionan con perplejidad, no entienden, como es posible esto que nos dice, a ti Señor.

Pero la incógnita va a ser despejada a continuación. Por su parte el discípulo amado, todos serian amados por Jesús, estaba reclinado sobre su pecho y le piden que averigüe de quien se trata.

Surge la pregunta ¿Señor quién es? Y Jesús contesta resolviendo esta incógnita “al que yo le de este trozo de pan untado, y untando el pan se lo da a Judas, que queda al descubierto. En ese momento entra en el Satanás y Jesús le dice, lo que tengas que hacer hazlo. Ninguno lo entiende bien en ese momento, ellos piensan que se trata más bien de algún encargo, quizás el comprar algo o dar alguna limosna.

Siendo ya de noche Judas sale de una forma apresurada “Traición”. La traición destruye la amistad y el amor. Jesús ante esto dice ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios con él.

Y tras la institución de la eucaristía se prepara para su pasión. Pedro en ese entorno le pregunta ¿a dónde vas Señor? Y Jesús le responde no me puedes acompañar, más tarde si, ese más tarde se refiere a cuando todo este cumplido, pero Pedro le responde con convencimiento “quiero seguirte y daré mi vida por ti”, que fácil es prometer sin saber si podrás responder. El Señor le advierte, “me negaras hasta tres veces, en verdad te lo digo, antes del amanecer”. Jesús conoce su miedo y su debilidad, aunque no duda de su amor, pero esto ha de ocurrir.

Hasta aquí nos hemos centrado en el relato evangélico, desde aquí sacamos las siguientes ideas: Hemos visto como Jesús se despide de los suyos, pero lo hace con una promesa “volveré por vosotros”, no los abandona ni a ellos ni a nosotros, nos promete la gloria la vida eterna. El nos precede al igual que hizo con sus apóstoles, Pero en ese mismo lugar se ha consumado la Traición.

El demonio ha actuado sobre uno de aquellos y Cristo lo pone al descubierto, también nosotros podemos caer en este pecado, por cobardía, por infidelidad, al fallar a algún amigo, con juicios, con superioridad o suficiencia e incluso menospreciándolo que habitual nos resulta todo esto y lo peor es que en el fondo también estamos traicionando a Jesús.

Por el contrario el marco de la institución de la Eucaristía nos recuerda nuestra común-unión con nuestros hermanos, en donde celebramos el santo sacrificio, es el centro, el corazón de nuestra fe. De aquí nace la Iglesia, que celebra a Cristo Resucitado.

         El valor de nuestra fe llevada a la practica.

         Señor que no te traicione, que te sea fiel en lo mucho y en lo poco, y no te niegue por temor a la mundanidad o por ocultar mi condición de cristiano. Dame valor y firmeza, apártame del enemigo del anonimato ante los descreídos. Que demos un fiel testimonio de ti  Jesús, siempre.



En la Iglesia no faltan cristianos indignos y traidores, a cada uno de nosotros nos corresponde contrarrestar el mal que ellos realizan con nuestro testimonio fiel a Jesucristo, nuestro Señor y Salvador. (Benedicto XVI, audiencia 18 de octubre de 2010)


No hay comentarios: