El 22 de agosto celebramos a la Santísima Virgen María como Reina.
María es Reina por ser Madre de Jesús, Rey del Universo.
"La Virgen Inmaculada ... asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial fue ensalzada por el Señor como Reina universal, con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores y vencedor del pecado y de la muerte".
(Conc. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, n.59).
El pueblo cristiano siempre ha reconocido a María Reina por ser madre del Rey de reyes y Señor de señores.
Su poder y sus atributos los recibe del Todopoderoso: Su Hijo, Jesucristo. Es Él quien la constituye Reina y Señora de todo lo creado: de los hombres, de los ángeles, de los santos, de los patriarcas y de los profetas, de los apóstoles y de los mártires, de los confesores y de las vírgenes.
María es Reina del Cielo y de la Tierra, gloriosa y digna Reina del Universo, a quien podemos invocar día y noche, no sólo con el dulce nombre de Madre, sino también con el de Reina, como la saludan en el cielo con alegría y amor los ángeles y todos los santos.
A estos títulos, los doctores de la Iglesia agregan otro: la nombran Reina del Purgatorio, queriendo expresar mediante este nombre la autoridad soberana que posee en ese lugar de expiación. “La Bienaventurada Virgen, nos dice san Bernardino de Siena, extiende su realeza hasta sobre el Purgatorio, porque ahí también ejerce un poder sin límites para derramar innumerables beneficios sobre esas almas que son las de sus hijos".
Nuestra Madre tiene potestad para aliviar y sacar almas del purgatorio.
Ella nos induce constantemente a pedir y a ofrecer sufragios por quienes todavía se purifican y esperan para entrar en el Cielo.
Presenta a Dios nuestras oraciones, lo que hace que aumenten su valor.
Aplica a estas almas, en el nombre de su Hijo el fruto de los méritos que Él nos alcanzó y el de sus propios méritos.
Ella nos induce constantemente a pedir y a ofrecer sufragios por quienes todavía se purifican y esperan para entrar en el Cielo.
Presenta a Dios nuestras oraciones, lo que hace que aumenten su valor.
Aplica a estas almas, en el nombre de su Hijo el fruto de los méritos que Él nos alcanzó y el de sus propios méritos.
Ella es, pues, a la vez Reina de las almas triunfantes en el cielo y Reina de las almas sufrientes del Purgatorio.
María Santísima es Reina de todos:
María Santísima es Reina de todos:
-Por ser la madre de Dios hecho hombre, "De la unión con Cristo Rey deriva, en María Reina, tan esplendorosa sublimidad, que supera la excelencia de todas las cosas creadas; de esta misma unión nace su poder regio, por el que Ella puede dispensar los tesoros del reino del Divino Redentor", (Pío XII, Enc. Mystici corporis , 29-VI1943)
-Por ser la perfecta discípula que acompañó a Su Hijo desde el principio hasta el final.
-Por ser la corredentora, "María es Reina no sólo porque es Madre de Dios, sino también porque (...) cooperó en la obra de la redención del género humano. (...). Asunta al cielo, María es asociada al poder de su Hijo y se dedica a la extensión del Reino, participando en la difusión de la gracia divina en el mundo". (Juan Pablo II en la audiencia del 23-7-97) María Santísima, reinando con su hijo, coopera con Él para la liberación del hombre del pecado.
María es Reina y Señora de todo lo creado y ha sido elevada sobre todo incluso sobre los propios Ángeles de quienes es su Reina. Por su Asunsión, Ella está junto a nosotros porque su estado glorioso le permite seguirnos en nuestro cotidiano itinerario terreno. Ella conoce todo lo que sucede en nuestra existencia y nos sostiene con amor materno en las pruebas de la vida.
La realeza de María no es un dogma de fe, pero es una verdad del cristianismo.
Esta fiesta se celebra, no para introducir novedad alguna, sino para que brille a los ojos del mundo una verdad capaz de traer remedio a sus males.
Fuentes: catholic.net, corazones.org, mariologia.org, entre otros
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