Su Santidad invitó a los jóvenes a no abandonar la Iglesia:
“El sacramento de la confirmación. ¿Cómo se llama este sacramento? ¿La confirmación? No. Ha cambiado de nombre: ‘Sacramento del adiós’. Después de esto, se van de la Iglesia. ¿Es verdad? Esta es una experiencia de fracaso”.
También hizo referencia al alcohol y las drogas:
“Ustedes saben. Estos mercaderes de la muerte. Estos que venden muerte, te ofrecen otro camino para cuando estás triste, sin esperanza, sin confianza, sin fuerzas. Por favor, no vendan su juventud a estos vendedores de muerte. ¡Ustedes saben de lo que estoy hablando! ¡Todos ustedes lo entienden! ¡No se vendan!”.
Incluso habló de su vocación al sacerdocio hace 60 años:
“¡No me arrepiento!, ¡no me arrepiento! Pero, ¿por qué?, ¿porque me siento Tarzán y soy fuerte para seguir adelante? No. No me arrepiento porque siempre, también en los momentos de más oscuridad, en los momentos de pecado, en los momentos de fragilidad, en los momentos de fracaso, he mirado a Jesús y me he fiado de Él, y Él no me ha dejado solo.”
“Tengan el coraje de ir contra corriente, no se dejen llevar por la corriente” invitó el Obispo de Roma a los jóvenes, porque “encontrar a Jesús, hacer experiencia de su amor y de su misericordia es la aventura más grande y más bella que le puede suceder a una persona”.
El Sucesor de Pedro, que verlos lo hizo pensar, se inspiró en la actitud de Pedro, cuando en el evangelio, después de haber trabajado toda la noche sin haber pescado nada, confiado en Jesús vuelve a remar mar adentro y echa las redes, para afirmar que las experiencias de fracaso en la juventud no los debe llevar a dejarse vencer por el pesimismo y la desconfianza. “¡Un joven sin alegría y sin esperanza es preocupante!, ¡No es un joven!”, expresó el Papa Francisco.
Pedro con coraje, sale de sí mismo y elige confiar en Jesús y tira nuevamente las redes. Frente a la amenaza del lamento y la resignación el camino es Jesús –expresó el Papa-, hacer subir a Jesús a nuestra barca y remar mar adentro con él. ¡Él es el Señor!, el cambia la perspectiva de vida. La fe en Jesús conduce a una esperanza que va más allá, a una certeza fundada no solamente en nuestras cualidades y habilidades, sino sobre la palabra de Dios, sobre la invitación que viene de él.
Remar mar adentro, salir de sí mismo, de nuestro pequeño mundo y abrirse a Dios para abrirse siempre más también a los hermanos, recordándoles que también ellos están llamados a ser “pescadores de hombres”. Les pidió que no duden en gastar la vida para dar testimonio con alegría del Evangelio, porque su contribución es indispensable para la misión de la Iglesia que es la evangelización.
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